Recuerde cómo era el mundo a principios de la década de los 60. La conmoción política y social estaba fuera de control. La gente temía una guerra nuclear. Un presidente de los Estados Unidos había sido asesinado. Se levantaba el Muro de Berlín en Alemania. Los problemas en Vietnam se multiplicaban. Y la lucha por los derechos civiles se propagaba con furia en toda América.
En contraste con ese telón de fondo de pesimismo y miedo, H.F. quería ofrecer una película que compartiera una visión de paz, entendimiento y la dicha de estar vivos.
Era una idea bastante poco convencional, y ninguno de los miembros de su equipo ejecutivo la entendió bien. Sam cuenta la historia con estas palabras: “Mi padre quería al mejor productor de películas documentales, al igual que quiso al mejor arquitecto y terminó con Frank Lloyd Wright. Llegó a la conclusión que el productor que buscaba era Francis Thompson”.
“El resto de nosotros no tenía mucha idea de lo que sucedía entre ellos. Y todos ya estábamos molestos con la idea básica de gastar 5 millones de dólares en la feria. Sabíamos que la película sería optimista y que trataría acerca de la vida en los Estados Unidos y en el extranjero”.
Pero cuando el equipo cuestionó la decisión, según cuenta la leyenda de la empresa, H.F. sencillamente los miró y les dijo, “Caballeros, algunas decisiones son solo para valientes”. Y salió.