Tres años y medio después, el avión de Sam, bautizado Carnaúba, como su predecesor, emprendió el vuelo. Con 35 000 horas de trabajo para crearlo, el nuevo S-38 era asombroso. “A las personas normalmente no les encantan las máquinas, pero este avión es una obra de arte”, dijo Sam.
La réplica se veía igual que el avión original, aunque con algunas modificaciones para hacerlo más seguro. Algunas de ellas fueron mejores hélices, ruedas y frenos, motores y componentes aviónicos. Además, su sistema de comunicación incluía un sistema de navegación por satélite y un transpondedor.
Sin embargo, en su mayor parte, era un reflejo de la experiencia vivida por el equipo de 1935. La velocidad de crucero del nuevo avión era de unos 160 kilómetros por hora (100 millas por hora), un poco más que el promedio de 154 kilómetros por hora (96 millas por hora) de la expedición original.